El estudio La Dimensión de Género en la Transformación Digital Empresarial de América Latina y el Caribe tiene como principal objetivo analizar el papel de la mujer en el proceso de transformación digital empresarial en América Latina y el Caribe, proceso que se está desarrollando en un contexto de digitalización de buena parte de las relaciones sociales y económicas, conformando un ecosistema digital dinámico.
Esta iniciativa, coordinada por el BID con apoyo de RELAI, estuvo impulsada por la división de Competitividad, Tecnología e Innovación (IFD/CTI) del BID, BID Invest, BID Lab, el Sector Social (SCL) a través de sus divisiones de Diversidad y Género (SCL/GDI) y de Mercados Laborales (SCL/LMK), y fue llevada adelante por la firma española Iclaves.
Con motivo de conocer los detalles de este estudio y su relevancia para la región de cara al diseño de políticas públicas más inclusivas, RELAI conversó con Carlota Tarín y Juan Pablo Villar, dos de sus autores en el marco de la consultoría de Iclaves.
Según el estudio llevado adelante, ¿cómo definirían ustedes la situación actual de las mujeres en el ecosistema digital de América Latina y el Caribe, en general, y los diferentes tipos de brechas de género encontradas, en particular?
De acuerdo a los datos del estudio, creemos que la participación de la mujer en el proceso de transformación digital en Latinoamérica y el Caribe se puede calificar en general como limitada. Luego existen diferencias por país, porque hay algunos más avanzados que otros en este tema y también dependerá de la brecha que consideremos; en este estudio puntualmente hemos analizado tres diferentes: la brecha de acceso, la de uso y capacitación y la de especialización. Lo que sí hemos visto y que es muy interesante mencionar es el grado de concienciación que existe en la región sobre este problema, que también marca diferencias. Alrededor del 60% de los encuestados afirmó que la brecha digital de género es un problema, y si bien es un número elevado, también es cierto que existe un 40% que no lo considera así. Esto puede verse desde dos lados, como la doble cara de una misma moneda, porque si los que creen que no existe tal brecha son los que tienen el poder de decisión, tenemos un problema.
En relación a las brechas que mencionamos arriba, la de acceso es la que hace referencia a las diferencias que hay en el uso te tecnología digital, acceso a Internet y conectividad móvil. En este caso las brechas de género existen pero no son excesivamente amplias. Durante el estudio hemos analizado 20 países de América Latina y el Caribe y en 7 de ellos hay mayor porcentaje de mujeres usuarias que de hombres; excepto en 3 países: Perú, el Salvador y Guatemala, que superan los 15 puntos entre hombres y mujeres usuarios de Internet, las diferencias son bastante más parejas. En el tema de conectividad móvil existen diferencias en más países, pero son mínimas. Por lo tanto en el caso del acceso, puede decirse que la brecha es bastante pequeña.
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Sin embargo, cuando avanzamos hacia los usos y la capacitación allí se detecta que crece esa brecha. Lo que hemos visto de cara a la región y que es muy importante en las políticas públicas es que hay una grave carencia de información. Existen muchas estadísticas relacionadas con las competencias digitales, pero sin distinción por género. Esto hace que exista cierta dificultad para evaluar con precisión lo grande que es esa brecha; entonces una de las cosas que recomendamos es que los gobiernos de la región puedan invertir en conocer realmente cómo está cada país en este ámbito. Lo que sí pudimos medir cualitativamente a través de las entrevistas y grupos focales del estudio es que esa brecha de uso y competencias digitales efectivamente existe. Al mismo tiempo hemos analizado los factores que afectan estas brechas y uno que parece tener un impacto importante es el empleo. Con esto nos referimos a que las mujeres con un empleo -y más si es de calidad- tienen mayor facilidad para acceder a formación en competencias digitales porque la propia empresa se las provee. Por supuesto la relación causa-efecto es bidireccional, porque el contar competencias digitales es posiblemente una puerta al empleo muy importante
En cuanto a la brecha de especialización, hemos analizado grandes ámbitos: en primera instancia, la participación de la mujer en estudios STEM, particularmente los ligados a la economía digital y concluimos que aquí la brecha de género es enorme. Hemos podido ver que de media solo el 2,1% de las mujeres graduadas lo hace en estudios relacionados con las TIC’s, frente al 7,9% de hombres. En el segundo ámbito de la brecha de especialización está la participación de la mujer en el mercado laboral digital y en este caso también es muy reducida, sólo el 32% de la fuerza laboral del mercado digital está ocupado por mujeres, o sea que menos de un tercio de los trabajos digitales de la región están desempeñados por mujeres.
Del análisis de estos datos vemos cómo la brecha va creciendo en complejidad en la región desde el acceso, pasando por el uso y la capacitación, hasta la especialización. Y vale mencionar que más allá de que hablamos de la región, es importante tener en cuenta la heterogeneidad de la misma. Como mencionamos anteriormente, hay países donde las diferencias son más grandes en cada brecha. Respecto al acceso a las tecnologías por ejemplo, en Uruguay, Argentina y Colombia no hay grandes diferencias, comparado con América Central donde son más marcadas.
Es importante también tener en cuenta que las brechas digitales en general tienen muchísima relación con otras brechas socioeconómicas; por lo tanto, van a depender en gran medida de las características del país. Esto es una cuestión global -no solo de la región- porque el nivel socioeconómico es un factor determinante y también el entorno rural versus el urbano, el nivel de estudios, entre otros. Todos los indicadores socioeconómicos de un país tienen su reflejo directo en las brechas digitales.
Los estudios que dan fundamento a la publicación muestran que 72,6 % de los y las agentes del sector digital piensan que las mujeres tienen peor acceso al financiamiento porque el mundo de las finanzas está dominado por hombres y estos prefieren hacer negocios con hombres. ¿Comparten ustedes esta opinión? De ser así, ¿cuáles son los caminos que ustedes identificaron para superar esta brecha de acceso al financiamiento?
Es un hecho, pero estamos de acuerdo parcialmente. El mundo de las finanzas es un mundo muy masculinizado lo cual de por sí implica barreras de acceso a las mujeres en general, tiene que ver con una cierta cultura que se genera, incluso con ciertas costumbres sociales respecto a cómo se hacen los negocios que dejan fuera a las mujeres. Aún así hay estudios que han demostrado que los sesgos se dan también cuando es la mujer la que financia; hay sesgos que incluso las mujeres que son financiadoras tienen respecto a las mujeres emprendedoras. Por lo tanto es una verdad pero no única, hay diversos actores que están influyendo en que las mujeres no tengan un mejor acceso al financiamiento.
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«No solo porque haya paridad de los financiadores vamos a conseguir que la mujer se financie en igual medida, porque hay muchos otros sesgos y estereotipos que están funcionando en este tema».
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Otro factor por ejemplo -que tiene que ver con este mundo masculinizado y que también influye- es la capacidad de networking; es un mundo en que el networking es muy importante y las mujeres suelen tener redes de networking más limitadas y menos tiempo para hacerlo debido a su tendencia general a hacerse cargo de los cuidados familiares y del hogar. Luego también existe un sesgo sobre las capacidades de la mujer para emprender, que se vinculan a esta idea de lo que suele llamarse brecha de ambición; se suele decir que la mujer es menos ambiciosa, y hay una parte de verdad en ello que se refleja en el hecho de que las mujeres suelen pedir financiamientos más pequeños, lo que de entrada excluye a algunos financiadores que buscan inversiones de un gran tamaño. De la mano de esta menor ambición también hay cierta aversión al riesgo que limita esta tendencia: el miedo a fracasar, a endeudarse, a arrastrar consigo a la familia, son cuestiones culturales muy extendidas respecto a la capacidad de las mujeres para hacer ciertas cosas, que sin duda afectan a todo lo que tiene que ver con el emprendimiento y el financiamiento.
También se ha visto que las mujeres tienden a emprender en sectores que son menos escalables, por ejemplo, educativos, pequeños comercios, artesanías; son emprendimientos muy comunes en la región y esto hace que ciertos inversores tiendan a ir hacia otro tipo de sectores, a priori más escalables, con más capacidad de internacionalización, etc. Por lo tanto el dato de la pregunta es verdad, sucede así pero no es la única explicación, el hecho de que haya más mujeres favorecería, pero no deberíamos dar por hecho que va a ser la única solución. No solo porque haya paridad de los financiadores vamos a conseguir que la mujer se financie en igual medida, porque hay muchos otros sesgos y estereotipos que están funcionando en este tema. También sucede que muchas menos mujeres presentan sus proyectos a fondos de financiación y esto también hay que tenerlo en cuenta -nos lo decían mucho en los grupos focales y en las entrevistas- y entonces allí ya hay de antemano una especie de embudo.
Respecto a qué hacer para corregir esto, existen varias formas. Por supuesto intentar que en los paneles de selección -comités de inversión, jurados, personas tomadoras de decisión- y en los proyectos haya mayor paridad; pero es importante tener claro que no puede ser solo esto, no es suficiente porque no es el único problema como decíamos. En relación a que menos mujeres se presentan con sus proyectos, allí por ejemplo se podrían hacer fondos específicos, tipo semilla. Existen en algunos casos propuestas de fondos muy incipientes, pero hemos encontrado bastantes resistencias en lo que se suelen llamar políticas de discriminación positiva, por lo tanto es un tema que hay que manejar con cierto cuidado.
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«Estamos transformando el mundo que tenemos y si no incluimos en ello a las mujeres vamos a cometer el mismo error que llevamos cometiendo hace miles de años».
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De todos modos, a priori en todo lo que sea comenzar y romper la barrera de acceso más básica podrían ayudar mucho los fondos específicos o incluso políticas, como por ejemplo puntos extra para los proyectos liderados por mujeres y apoyo en todo lo que tiene que ver con desarrollar sus habilidades empresariales, mentorizar, etc. Y desde el punto de vista económico, apoyo en todo lo que implique reducir la aversión al riesgo, por ejemplo avales, leyes de segunda oportunidad en el caso del fracaso de emprendimientos, elementos que permitan minimizar impactos. Siempre teniendo claro que estas deberían ser políticas comprensivas, en el sentido de abordar el problema desde varios aspectos y no centrarse solo en el detalle de que los comités de asesores sean paritarios.
Estos estudios también muestran que 82,7 % de las personas encuestadas considera que las mujeres aportan un valor diferencial a los emprendimientos. ¿Cuáles creen Uds. que son los principales beneficios de que la mujer gane mayor presencia en los procesos de transformación digital?
Nosotros creemos que antes que de beneficios habría que hablar de justicia, la digitalización es tan importante para nuestra sociedad, abarca todo, por lo tanto no podemos dejar que la mitad de la población no participe en el diseño de esta nueva sociedad digital que estamos creando; esto como reflexión general.
Ya entrando en los beneficios concretos, hemos visto que hay ciertos estudios que afirman que una mayor participación de la mujer, sobretodo en los puestos directivos de las empresas digitales mejora su rendimiento y genera mayor riqueza. Cuando hay diversidad que aporta en materia de género, también se beneficia a la propia empresa en cuanto a sus resultados económicos. Luego también, retomando lo de los sesgos que siguen existiendo, hoy día muchos de los servicios que utilizamos están gobernados por inteligencia artificial, y si solo es diseñada por hombres, esos sesgos se van a seguir repitiendo; por lo tanto necesitamos que las mujeres participen en el diseño de esos algoritmos para ser más paritarios y que los resultados que se ofrezcan a los consumidores y a los usuarios reflejen mejor la sociedad real. Una diversidad de género brinda una provisión de servicios más igualitarios y por ende más parecidos a lo que es la sociedad. Estamos, en algún punto, transformando el mundo que tenemos y si no incluimos en ello a las mujeres vamos a cometer el mismo error que llevamos cometiendo hace miles de años.
La pandemia originada por el COVID-19 se ha configurado como un elemento disruptivo en el proceso de transformación digital de América Latina y el Caribe, con consecuencias relevantes en lo que respecta a la participación de la mujer ¿Cuáles fueron los principales impactos de la pandemia en este proceso, desde una perspectiva de género?
Respecto a este tema existe un lado muy positivo y otro muy negativo. Lo positivo -que no es concretamente de género sino algo global pero ha beneficiado a la mujer- es la casi obligatoriedad de digitalizarnos en algunas cuestiones; fue una necesidad para seguir trabajando, para llevar un negocio, para comunicarse, para el ocio; esto hizo que mucha gente haya perdido el miedo y se haya lanzado, lo cual es bueno porque lleva a una concienciación sobre la importancia y la utilidad de las redes y de Internet. En esto sin dudas hay un avance positivo, se ha acelerado un proceso que ya existía y muchas mujeres han descubierto las oportunidades que les ofrece lo digital.
Aún así, la pandemia también ha puesto de manifiesto de una forma a veces cruel y muy fuerte las brechas que ya existían: aquellas personas que no tenían acceso, en algunos casos no han podido siquiera ejercer derechos básicos, porque para eso tenían que moverse a lo digital y no han tenido las posibilidades para hacerlo. Como estas brechas son mayores en el caso de las mujeres, se han visto más afectadas que los hombres en general. Por lo tanto, diríamos que las brechas que ya existían se han manifestado en toda su crudeza. Y existe además otro elemento adicional que es el tema de los cuidados que, por lo que vimos en el estudio, en la región ha sido muy relevante: las mujeres han tomado el rol del cuidado del hogar y de la familia -tanto enfermos como niños- de una forma muy masiva y por lo tanto han visto muy limitadas cualquier otra de sus actividades.
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«La brecha que más se redujo durante la pandemia fue la de capacitación. Como no había más remedio que estar inmerso en el mundo digital para la mayoría de las tareas, era necesario adquirir capacidades digitales».
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Otro problema que se puso de manifiesto en la pandemia fue el de la disponibilidad de dispositivos para conectarse. Los stocks se agotaron y no todas las familias tenían dispositivos suficientes para que todos sus miembros pudieran desarrollar sus actividades digitales; muchas veces el padre o la madre tuvo que renunciar a su computadora para que el niño hiciera sus deberes online y -algo que se comentó mucho en las entrevistas y que curiosamente también marca un sesgo de género muy relevante- es que el celular de la mujer pasó a no ser de la mujer sino de la familia; el hombre mantuvo su dispositivo mientras que la mujer si contaba con él, lo colectivizó.
Por último y yendo a la clasificación del principio, la brecha que más se redujo durante la pandemia fue la de capacitación. Como no había más remedio que estar inmerso en el mundo digital para la mayoría de las tareas, era necesario adquirir capacidades digitales. Quizá jamás en tu vida habías manejado Zoom, pero te hiciste experto en Zoom en esos meses, por lo tanto en tiempos de pandemia crecieron las capacidades digitales tanto en hombres como en mujeres. De todos modos, si bien en nuestra perspectiva la concienciación sobre los beneficios y utilidades de lo digital creció y es importante a medio y largo plazo, la opinión de las personas y de los expertos consultados para el estudio se centra más en lo negativo, en cuanto a que el impacto inmediato a corto plazo ha sido muy perjudicial para las mujeres por el tema de la economía del cuidado y de cómo eso les ha afectado física y psicológicamente, incluso muchas tuvieron que dejar sus trabajos. Entonces si bien como técnicos podemos ver que ciertos procesos se han acelerado a mediano plazo durante la pandemia, la realidad del día a día a corto plazo muestra que el impacto fue más bien negativo.
¿Aplican las agencias el enfoque de género en su estrategia, programas y/o subvenciones? En caso positivo, a grandes rasgos, ¿cómo lo hacen? ¿Consideran que esto es suficiente o podría mejorarse?
En base a los focus group y los casos concretos que hemos estado viendo con las agencias, en general sí hay una conciencia y aunque es un poco desigual, casi todas las agencias están aplicando perspectiva de género; hay algunas más avanzadas, que llevan más tiempo haciéndolo y lo están haciendo de una forma más sistemática, por ejemplo es el caso de Argentina o Colombia. Otras están todavía en proceso y creemos que una cosa muy positiva es que está habiendo un intercambio de experiencias dentro de la RELAI en este sentido y hay mucho interés en aprender de los países que van más avanzados; eso es algo muy positivo, que exista voluntad de ir por ese camino.
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«Las políticas de innovación
idealmente no deberían tener un elemento de género, sino que deberían
plantearse desde el principio teniendo en cuenta la perspectiva de
género de una forma totalmente transversal.»
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Si hablamos de si es suficiente, nosotros diríamos que evidentemente no, porque con el problema que existe deberían hacerse más cosas, pero creemos que en general los avances han sido muy positivos en los últimos años. Vale mencionar también que no hay una receta única, porque las diferencias entre los países son muy importantes y el estado de desarrollo e incluso la predisposición social hacia las políticas de género es diferente y por lo tanto deberían adaptarse a cada caso.
En lo personal creemos que no deberían ser programas específicos o medidas añadidas, sino que lo que se debería hacer es presentar la perspectiva de género desde el minuto cero. Las políticas de innovación idealmente no deberían tener un elemento de género, sino que deberían plantearse desde el principio teniendo en cuenta la perspectiva de género de una forma totalmente transversal. Y esto sería un objetivo a largo plazo para todos, no sólo para la región. Creemos que la dirección que se está tomando es muy positiva y alguno de los programas concretos que hemos visto de las agencias de innovación están muy avanzados en la materia y eso son buenas prácticas que pueden expandirse e intercambiar lecciones entre las agencias.
¿Es posible diseñar mejores políticas públicas en materia de transformación digital con perspectiva de género en la región? En ese caso, ¿cuáles consideran que deberían ser las directrices indispensables para políticas eficientes?
Sin lugar a dudas sí, se pueden diseñar mejores políticas públicas. La pregunta es cómo hacerlo. Lo primero que tenemos que ver es que no se entiendan como una moda, que el género no lo es y tiene que ser algo transversal a todas las políticas. Como mencionábamos antes, no hay que diseñar políticas de género, sino que el género tiene que estar inserto en ellas.
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«Es muy importante generar consultas con emprendedoras, empresarias, asociaciones gremiales, etc. para conocer la opinión de las interesadas y saber realmente cuáles son sus problemas».
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En segundo lugar, lo que hemos visto por el análisis que hemos hecho es que hay mucha escasez de información para analizar bien los problemas que existen, antes de ponerse a definir una política pública. Esa deficiencia de información creemos que hay que atacarla antes de accionar, diseñar programas para conocer qué está sucediendo, qué problemas tienen las mujeres para acceder a Internet, para comprar un dispositivo, para formarse; porque si no conoces el problema probablemente la política que diseñes sea errónea. En tercer lugar, hay que tener en cuenta que muchos de los aspectos sobre los que se puede trabajar no se van a arreglar de la noche a la mañana, por ejemplo hay sesgos y políticas a cambiar que son a medio y largo plazo, por lo cual es cierto que los gobiernos tienen que tener claro que de cualquier política que generen, seguramente no van a ver sus frutos inmediatamente.
Por ejemplo la brecha de acceso quizá sea la más fácil de revertir porque inviertes en redes de telecomunicaciones y das acceso al 100% de la población, pero temas como incentivar a que las mujeres cursen estudios digitales no es fácil de hacerlo a corto plazo. Por otro lado a veces también los gobiernos desde su lugar diseñan las políticas sin contar realmente con los agentes implicados; nosotros creemos que es muy importante generar consultas con emprendedoras, empresarias, asociaciones gremiales, etc. para conocer la opinión de las interesadas y saber realmente cuáles son sus problemas.
Finalmente también aparece en este tema el rol relevante de la RELAI, como red que tiene por fin compartir buenas prácticas entre agencias. Es fundamental a la hora de diseñar una política ver qué está funcionando fuera, para luego ver si dentro de tu país se dan las circunstancias y las características necesarias para implementar esa política que ha sido efectiva en otro sitio.
RELAI se configura como un espacio de intercambio de buenas prácticas entre las diferentes agencias de innovación que la conforman. La perspectiva de género es uno de los ámbitos prioritarios en los que RELAI puede enfocar su actividad. ¿Cuál fue el rol de RELAI y sus agencias miembros en esta investigación?
Sin RELAI el estudio hubiese sido muy difícil de hacer, sobre todo la parte cuantitativa. La metodología de trabajo que utilizamos en principio fue la aplicación de una encuesta a gente del ecosistema digital de Latinoamérica y el Caribe, luego realizamos una instancia de grupos focales con expertas y expertos en tema de transformación digital con perspectiva de género para posteriormente pasar a realizar entrevistas en profundidad a diferentes expertos de este ámbito.
RELAI tuvo un papel fundamental como dinamizadora para conseguir la mayor cantidad de información posible. En primera instancia difundiendo dicha encuesta, a través de la cual conseguimos alrededor de 400 respuestas en toda la región y gran parte de ellas fue gracias a RELAI. Luego también dos de los grupos focales fueron llevados a cabo por expertas de las agencias, que nos ayudaron a descubrir esas buenas prácticas de las que hablábamos y que se han reflejado en el estudio. Por lo tanto, el rol de RELAI para este estudio ha sido fundamental.
¿Cómo puede contribuir nuestra organización a reducir la brecha de género en la transformación digital empresarial de la región?
Creemos que algo importante es su labor como dinamizadora entre agencias. Dentro de RELAI hay países con un grado de concienciación respecto a la problemática de género en la transformación digital muy dispar, entonces la Red puede ser la correa de transmisión entre todos los países para que las buenas prácticas, que ya se están poniendo en marcha en algunos, sean conocidas en otros; cosa que de otra forma sería mucho más complicado.
También puede ser una intermediaria entre el ámbito privado y el público, por ejemplo, para transmitir los problemas con los que se encuentran ciertos sectores como la industria para encontrar talento femenino y ayudar a definir qué formación dar para que esos gaps que se detectan puedan ser cubiertos. Por lo tanto, el rol de transmisión entre todos los países y de intermediaria entre el ámbito privado y el ámbito público para cerrar esa brecha son los papeles más determinantes que creemos que puede jugar RELAI en los próximos años.
Por otra parte, la idea de recopilar datos e información, una especie de observatorio de la cuestión en la medida de lo posible sería fantástico, ya que las agencias si bien son gubernamentales, su gran relación con los actores sobre el terreno les da una perspectiva muy especial dentro del gobierno: se vinculan con las empresas, con la academia, con las instituciones, lo que hace que puedan tener una visión probablemente muy privilegiada del ecosistema digital y de innovación. Creemos que ese papel se debería poder potenciar; que no sean solo transmisoras de buenas prácticas, sino también observatorios de datos, de capacidad de medición, entre otros. Su propia naturaleza las convertiría en candidatas ideales para esto.